Sueña un sueño despacito, entre mi manos, hasta que por la ventana suba el sol.

Capítulo VII- El Principito

No se debe nunca escuchar a las flores. Sólo se las debe contemplar y oler. La mía perfumaba mi planeta, pero yo no era capaz de alegrarme de ello.

lunes, 10 de mayo de 2010

Celebración de la voz humana- Eduardo Galeano

Los indios shuar, los llamados jíbaros, cortan la cabeza del vencido. La cortan y la reducen, hasta que cabe en un puño, para que el vencido no resucite. Pero el vencido no está del todo vencido hasta que le cierran la boca. Por eso le cosen los labios con una fibra que jamás se pudre.

sábado, 8 de mayo de 2010

donde están

Sóla en el viento, revolcándose entre esperanzas y sueños rotos. Se levanta, y sale de su refugio a correr por su libertad, mientras sin saberlo destroza poco a poco su única salida hacia ella. No tenía un punto de vista, ni sentimientos definidos. No tenía salud ni estaba enferma, no sabía leer y escribir, pero no era analfabeta. Lo único que deseaba era correr, como si el tiempo fuera algo inexistente, como si los días no pasaran, corrió hacia el sur, norte, hacia sus sentimientos que no encontraba, o quizás, hacia algún lugar que no conocía. Quería saber, quería sentir, quería el amor, la paz, el odio. Al fin y al cabo quería salir de esa jaula en la que vivía.
Entonces corrió, y saltó hacia la deriva. No encontró lo que buscaba, tan sólo se aproximó por un minuto a su respuesta, a su salida. Una aproximación que acabó en sesenta segundos que para ella duraron años. Una eternidad. Disfrutó cada uno de esos segundos.
Conoció lo que buscaba: la felicidad, el odio, el amor. Ya no le importaba si no los volvería a sentir, al menos sabía que existían.