Ella soñaba que era libre, que luchaba, que jugaba, que ganaba, que vivía. Ella soñaba. Infinitos años pensando. Infinitos años llorando, durmiendo, perdiendo.
Nunca supo qué pensaba ni porqué perdía. Pero había algo que sabía: era prisionera de sus miedos. Le habían escondido la llave de la libertad. Lloró y lloró por ella. No pudo creer el poder de impunidad que existía. Intentó recordar sus sueños, pero sólo halló miedos.