Sueña un sueño despacito, entre mi manos, hasta que por la ventana suba el sol.

Capítulo VII- El Principito

No se debe nunca escuchar a las flores. Sólo se las debe contemplar y oler. La mía perfumaba mi planeta, pero yo no era capaz de alegrarme de ello.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

En-amor

Él recorre mi cuerpo con sus dedos tibios, llenos de amor y dulzura, mientras yo me poso junto a él y lo observo. Observo sus movimientos, sus gestos, su tierna mirada. Y juega con mi pelo, se enreda en mi pelo, se enreda en mí, fija sus ojos en un un punto y comienza de nuevo, mientras yo, atontada en sus caricias me quedo sin palabras para transmitirle la tranquilidad que él me da, y me vuelve a dar. Es que sus finos y largos dedos, su oscuro cabello, su fuerte respiración y su corazón que puedo oír desde mi lugar, son todo lo que necesito para sonreír.
Entonces me entrego, me entrego a amarlo y a sentirlo. Su suave boca acaricia mi espalda y me roba un suspiro. Y yo le regalo ese suspiro y otros más, y le doy mi amor y mi piel a él. Realmente el amor sabe ser muy dulce, y él lo es como ninguno.