Sueña un sueño despacito, entre mi manos, hasta que por la ventana suba el sol.

Capítulo VII- El Principito

No se debe nunca escuchar a las flores. Sólo se las debe contemplar y oler. La mía perfumaba mi planeta, pero yo no era capaz de alegrarme de ello.

miércoles, 4 de julio de 2012

Tiempo de ca tar sis

Será que de vez en cuando, está bueno sentarse a pensar, a llorar. Hasta que llegamos a un punto irreversible, o quizás reversible también, aunque a veces aparente no serlo. Hoy no era su día de suerte, ni ayer ni el sábado, ni la semana pasada. Hacía bastante tiempo que no era su día de suerte. Ni siquiera se acercaba a serlo. Solía sentarse en su ventana y observar cómo pasaba el tiempo, o recostarse en su bañera, ya que éste, por sobre cualquier otro lugar, era el mejor para pensar y llorar. Odiaba sentirse una imbécil, una estúpida, que le tomaban el pelo, pero también odiaba creer que lo hacían, sin motivo alguno, aunque a veces los tuviera. Entendía cada palabra de la que le decían, su cabeza podía razonar que eran todas ciertas, y no tenía porqué creer lo contrario. Una noche estuvo feliz, se durmió tranquila, respirando pausadamente, como era debido. A la noche siguiente le temblaban todos los músculos, y no podía parar de pensar. Todo era negativo, su cabeza estaba estallando, y aunque intentara dormirse, no lo conseguía. Llegó a sentir una molestia en su garganta, que más tarde descubrió que era una suerte de bola, con un llanto por dentro, difícil de quitar de una sola vez. Entonces pasó, y pasó, y pasó. Sus ojos quedaron chiquititos chiquititos, que casi no podía ni ver, y por más de que digan lo que digan, esa tristeza seguía, aunque a veces se achicaba un poco. No le gustaba sentirse así, ¿a quién le gusta eso? Entonces, también escribía, a ver si eso hacía que el dolor se calme, y se bañaba, y lloraba, pero no se tranquilizaba. Es que lo amaba tanto, pero tanto, que le molestaba ponerse así, porque de esa manera sentía que lo podía perder, aunque esa era una posibilidad, también. Muchas veces prefirió callar ciertas cosas, por miedo a alejarse de él, entonces se las guardó, pero en un momento no podía más, su corazón la obligaba a hablar. ¿Cuánto tiempo más podría guardarse tantos sentimientos ahí dentro? No por mucho más... Pero lo que era más seguro que nada, era el amor que sentía. Sí, a veces estaba medio loca, es que el amor la pone así, pero lo que en él encuentra, nunca lo encontró en nadie más. Y se termina acá, porque se va a bañar, y a pensar, y a llorar!

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