
En ese momento en que nuestras manos, frías y sudorosas, se rozaban sólo podía escuchar el susurro de nuestros corazones al compás de la respiración de nuestras narices, que cada vez eran más y más intensas, y cada tanto alguien respiraba profundamente, tocía, se movía y volvía todo a la normalidad, esa normalidad, hasta que otro alguien interrumpía para decir algo, de poca importancia seguramente, y finalmente salir de ese encierro.
Nos soltamos, algo nerviosos, y salimos sin decirnos nada, como si todo hubiese sido un sueño, algo corto pero un sueño al fin.
Pasó un rato y nuestros ojos se encargaban de cruzarse, algo vergonzosos quizás, y siempre nos las arreglábamos para estar juntos, para seguir jugando juntos, ya que era todo lo que hacíamos. Ambos nos sabíamos, y nos sabemos, pero tememos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario