Sueña un sueño despacito, entre mi manos, hasta que por la ventana suba el sol.

Capítulo VII- El Principito

No se debe nunca escuchar a las flores. Sólo se las debe contemplar y oler. La mía perfumaba mi planeta, pero yo no era capaz de alegrarme de ello.

viernes, 8 de julio de 2011

L.


"Los días de invierno son tristes y grises", pensaba mientras, sentada frente al televisor, esperaba algún golpe que la haga reaccionar.
Llevaba días ahí acostada, sin mucho más que hacer.
Ya se cansaba de su obseción. Ella amaba, amaba con locura, pero real. Enloquecía sin un llamado, enloquecía en el silencio y también sin él.
Siempre necesitó de lo que no tenía, aunque esta vez de una manera algo más distinta.
La soledad le fascina, pero a la vez le permite pensar cosas que en compañía no puede. Poco a poco comienza a sentir cómo esa locura que parecía tan superficial, le come la cabeza, a cada hora, a cada minuto que pasa, un poco más. Ya no lo puede controlar, ésta es quien la controla.

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