Sueña un sueño despacito, entre mi manos, hasta que por la ventana suba el sol.

Capítulo VII- El Principito

No se debe nunca escuchar a las flores. Sólo se las debe contemplar y oler. La mía perfumaba mi planeta, pero yo no era capaz de alegrarme de ello.

domingo, 24 de julio de 2011

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"Todo a su tiempo" le decía a su hija, cuando con preguntas y permisos buscaba poder abrir las alas y crecer, a su forma, claro.
Y ella no soportaba las estúpidas reglas sociales: "sos mujer, es distinto", "no tenés edad", "cuando tengas hijos lo vas a entender". ¿Entender qué? ¿Que estaba ya grande y aún le pedía permisos no necesarios a sus mayores? ¿Que la sociedad inventa normas a su gusto y uno sólo por formar parte de ella debe aceptarlas?
No solía pedir nada extraordinario, cosas que puede pedir cualquier persona a esa edad.
De todas maneras, pensaba e intentaba entender (algo que parece que los adultos no solían hacer con ella), el por qué de sus respuestas, obviamente negativas.
"Si sólo busco crecer, ¿por qué sería un inconveniente para ellos? ¿Acaso no quieren mi felicidad?", se preguntaba. Parece entonces que, reprimida, tendrá que esperar a que llegue "su tiempo" y entonces podrá elevarse y de una vez por todas crecer (al tiempo de sus padres, claro está).

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